Tanto la limpieza dental como el curetaje tienen un mismo objetivo, que no es otro que eliminar la placa bacteriana y el sarro acumulado, algo que por muy bien que se realice la higiene dental diaria es prácticamente inevitable.
Tanto la limpieza dental como el curetaje tienen un mismo objetivo, que no es otro que eliminar la placa bacteriana y el sarro acumulado, algo que por muy bien que se realice la higiene dental diaria es prácticamente inevitable. La principal diferencia, sin embargo, estriba en el área en que se realiza una y otra. Mientras que la limpieza dental se realiza sobre el cuello dental, los espacios interdentales y la línea de la encía, el curetaje implica la parte interna del periodonto que está por debajo de la línea de la encía. La recomendación de los odontólogos es que se lleve a cabo una limpieza dental una o dos veces al año, en función de la calidad de la higiene oral que se realiza en casa. Es la mejor manera de prevenir la enfermedad periodontal (gingivitis y periodontitis) y mantener una buena salud bucodental. Por otra parte, también permite eliminar las manchas que los alimentos, el café o el tabaco, entre otros agentes externos, hayan podido producir en la superficie dental. Pero, ¿cuándo a de realizarse el curetaje? Generalmente siempre que exista una enfermedad periodontal, aunque no es una condición esencial. Es posible que en el momento de realizarse una limpieza dental o un tratamiento odontológico cualquiera se detecte la existencia de lo que se denominan bolsas periodontales, y que son acumulaciones de placa bacteriana bajo la línea de las encías, que pueden llegar hasta la raíz y, además de la inflamación y sangrado de las encías, podrían afectar de forma irreversible a las estructuras que mantienen fijo el diente, de modo que éste empezaría a moverse. Lo cierto es que este proceso puede desarrollarse sin que haya síntomas hasta que el daño ya está hecho. El curetaje se realiza precisamente para eliminar las bolsas periodontales y, por tanto, la placa bacteriana y el sarro que se encuentre por debajo de la línea de las encías. Para ello se utiliza un instrumento denominado cureta, con el que se accede al interior de la encía y se procede a raspar las raíces del diente y extraer el sarro. Al finalizar esta limpieza dental profunda, la encía volverá a adherirse al diente, aunque es posible que inicialmente se presente alguna molestia, sensibilidad a los cambios de temperatura (frío y calor) y sangrado leve del periodonto. Aún así, esta es la mejor manera de frenar la progresión de la enfermedad periodontal y evitar daños irreparables en el diente. Fuente: sanitas.es